Él había de resucitar de entre los muertos.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (20, 1-9)


El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor


COMENTARIO AL EVANGELIO

Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. (Juan 20: 9)

La Escritura a la que hace referencia este versículo específicamente es Isaías 52, 13-53, 12 en el que vemos al Siervo del Señor, sufriendo, pero en medio de una atmósfera de triunfo.

Era una figura misteriosa para un judío de la época, por eso los discípulos tuvieron esa especie de revelación y entendieron estos escritos que siempre habían hablado de Jesucristo, muerto y resucitado por nuestras transgresiones.

El sepulcro vacío, la ausencia del cuerpo del Señor y las vendas “desinflados” en el lugar donde había yacía el cuerpo antes sin vida de Jesús, el sudario doblado en un sitio aparte, todo ello, junto con las posteriores apariciones de Jesucristo, son argumentos a favor del hecho de la Resurrección.

Santo Tomás escribió al respecto: “Cada uno de los argumentos de por sí no bastaría para demostrar la resurrección, pero, tomados en conjunto, la manifiestan sficientemente; sobre todo por el testimonio de la Sagrada Escritura (Lucas 24, 25-27), el anuncio de los ángeles (Lucas 24, 4-7) y la palabra de Cristo confirmada con milagros” (Summa Theologiae 3, 55, 6 ad 1)

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